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jueves, 10 de junio de 2010

Carta de un hombre con fibromialgia

Mi nombre es José Carlos Romero, tengo 36 años y padezco fibromialgia. Como socio de la Lliga Reumatológica Catalana he decidido compartir mi experiencia con todas aquellas personas que sufren mi misma patología, pero sobretodo con otros hombres, ya que según muestran los datos epidemiológicos, esta enfermedad es mucho menos común en el sexo masculino.

Hace diez años que me diagnosticaron la fibromialgia. Para mí, esta enfermedad era una gran desconocida, ya que nunca había escuchado ese término ni conocía su etiología (origen) ni su patogenia (mecanismos biológicos, físicos o químicos que hacen que se desarrolle la enfermedad).

A medida que iba recopilando información sobre mi dolencia me daba cuenta de que no es una patología con un patrón bien establecido y que ni siquiera existe un tratamiento farmacológico o conductual universalmente aceptado. Además, recuerdo que me llamó especialmente la atención el hecho de que hasta hace poco, parte de la comunidad científica alegaba que no es una enfermedad debido a la falta de anormalidades en el examen físico. Todo esto contribuía a aumentar mi desánimo y hacia más difícil la aceptación de la enfermedad. En un primer momento fue muy duro asumir las consecuencias que comporta padecer fibromialgia, ya que, con tan solo 26 años tuve que comprender que mi vida iba a estar limitada para siempre, debido a que la fibromialgia agravaría aun más otros problemas óseos que padezco a raíz de un accidente de tráfico. En un primer momento pensé que la fibromialgia me aislaría socialmente y acabaría con mi vida profesional, lo que me llevó a padecer un estado de depresión del que conseguí salir con la ayuda de terapia psicológica, tratamiento farmacológico, el apoyo de los míos y mi fuerza de voluntad.

Con el transcurso del tiempo he podido ver que la fibromialgia es una enfermedad muy dura, que te acompaña desde el principio al final del día y que cuando se encuentra en uno de sus episodios más acusados, realizar acciones de la vida cotidiana como calzarse un par de zapatos, puede convertir-se en toda una hazaña. Con el paso del tiempo también he aprendido que mientras el cuerpo te funciona no te das cuenta hasta que punto puede ser tu gran enemigo, pero es precisamente por este motivo que no hay que ceder a su voluntad ni siquiera un instante. Hay que hacerle frente en todo momento y pensar en cada día que amanece como en un nuevo reto. Además, he tenido la suerte de que nunca me he sentido solo con mi enfermedad, ya que mi familia y amigos han estado, están y sé que siempre estarán ahí para brindarme su apoyo, comprensión y ayuda cuando más los necesite. Aunque desde fuera, una patología como la fibromialgia siempre arrastra connotaciones negativas, a día de hoy puedo decir que a mí me ha ayudado a crecer como persona y a aprender a valorar las cosas buenas y realmente importantes en la vida.

Por último, quería agradecer a Mar Velasco de La Lliga Reumatològica Catalana que me haya dado la oportunidad de escribir este pequeño testimonio.

Muchas gracias

José Carlos Romero

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